lunes, 22 de septiembre de 2014

Felaciones en la calle




Muy buenas tardes a todos/as.

En un fin de semana en el que he podido pensar.

La verdad que sencillamente era una noche de Septiembre totalmente tranquila de unos jóvenes que desean disfrutar de un buen momento, bailar, charlar, y reir. Una noche de Verano en la que pasear por tu ciudad es el mejor regalo que puedes darte en la antesala del Otoño rojizo y oscuro. Cálido según los expertos. Veremos. Vivimos en Pamplona.

Al tema, que me desvío.

Una noche de Sábado tranquila en la que recorres las calles de tu ciudad después de haber cenado, y dispuesto a pasar un buen rato en compañía de tus amigos, en este caso, amiga, en la que simplemente quieres disfrutar y olvidarte de la semana. Relajarse y evadirte. Dos objetivos que pienso también tenían en sus cabezas la pareja de la que os voy a hablar.

En la mitad de una calle en Pamplona, a las 2 de la madrugada, vimos de repente un chico situado a favor de la pared, en lo que simulaba en mi inocente percepción, una persona orinando en la via pública (acto incívico), pero no. Fue la sorpresa de la noche.

Mi percepción perdía sentido en favor de mi vista, cuando de repente, me fijo, nos fijamos, y vemos como una jóven de rodillas practicaba una felación en plena calle al chico en cuestión. No importaban las personas que paseabamos, sólo importaba su placer, su excitación, su práctica abusiva e inmisericorde, donde el respeto brillaba por su ausencia.

Las personas mirabamos, y no eramos conscientes de lo que estaba sucediendo.

Una felación, cual discoteca mallorquina fue una imágen que debo borrar después de escribir estas líneas, sin antes condenar, criticar y analizar un acto sexual en la calle. Cada persona, cada pareja, o cada trio, en mentes mas liberales que la mia, hacen lo que quieren con sus cuerpos. Yo no estoy en contra de ello. Pero yo condeno hacerlo en la calle, ante la mirada atónita de los viandantes. Respetuosos y perplejos a partes iguales.

Una imágen que hace perder sentido al civismo y a la urbanidad, y ganar protagonismo a la desvergüenza, al vicio sin control, y al retroceso humano hacia épocas donde nuestros antepasados pintaban con piedras, o picaban, y se picaban. Entenderlo como queráis. Vergúenza ajena sentí. Simplemente eso. Vergüenza y sinsentido racional.

No debemos alimentar las voces retrogradas, aquellas que vivieron peores momentos en su juventud, con situaciones que en la intimidad son normales en una relación íntima y sexual, pero bochornosas ante el respetable.

¡Basta ya de sinsabores nocturnos!

Feliz Lunes de Otoño y Septiembre.


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