martes, 8 de mayo de 2018

...

No se deja querer, no quiere molestar,
no quiere hacer perder el tiempo.
Prefiere perderlo solo,
cúmulos de sin razones recorre su cuerpo.

No quiere hacerse notar, pero grita por dentro.
Piensa que el pedir es molestar, y el dar, una obligación.
La obligación creada por él.
Llantos invisibles que merodean su ayer.

Los días pasan como números en el calendario.
No suman ni restan.
Sólo contempla su presente.
Deseoso de un volcán en erupción,
deja que las nubes mojen su patio.

Como si de un mañana alegre,
espera el devenir de una mirada.
Una palabra, un roce.
La perplejidad dejó lugar a la monotonía.

Se ve acompañada de nubes, de tormentas,
pero nadie quiere tocarla.
Solo ante la incertidumbre.
¿Qué es el futuro?
No se abre a nuevos horizontes.
El agua estancada no camina.
Se muere. Se aísla.

La vida pasa lentamente sin avances.
El caminar se hace difícil, y la esperanza cae.
Una mano, un abrazo, una escucha.
Ante el que acuden, no sabe aliviarse a si mismo.
Nada es para siempre, pero el siempre puede ser eterno.

Rayos de sol atormentan tu ventana,
ante la felicidad en los ojos ajenos,
y las lágrimas en los propios.
Los gritos de los silencios pasan desapercibidos.
Ni seres geniales procuraron darle respuesta.

Los acordes marcaban cada vez mas fuertes,
pero un cristal los hacia sordos.
Los monstruos del cielo no ayudaron.
Le hicieron sentir frágil. Sintió que las hojas en blanco,
el lápiz sin tinta, se convertían en verso, en presente, en la eternidad.

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