Aguanta, aguanta, todo pasará.
No hay mal que cien años duren.
Le recomendaron no expresar sus sentimientos,
No debería de decir nada,
sólo tenía que aguantar,
era su único objetivo.
Triste y decaído,
recorria las calles de su ciudad,
sólo y dubitativo.
Así le recomendaron que siguiera.
y así lo hizo.
No veía la salida,
no sabía lo que era sufrir.
Sólo intentaba que su alrededor mejorase.
El entorno seguia igual,
al igual que él.
Nadie compensó los males,
sólo pensaban en ellos mismos.
No existía,
la soledad se apoderó de su vida. Fue la protagonista.
Por momentos su vida tomaba sentido,
pero de repente sólo era un espejismo,
y le hacía ser consciente de que el Mundo no existía.
Pasaban los días, los meses, pero no había mejora.
Aguanta, aguanta.
Sólo palpitaba por palpitar.
El fin no era posible,
tenía que continuar.
El sentimiento no existía,
le obligaron a que desapareciera.
Vió la luz al final del tunel,
pero otra vez era el mismo espejismo.
Fueron momentos de paréntesis.
Fue un paréntesis largo,
que hacía predecir el comienzo de una nueva vida.
Pero no. Llegó el Otoño,
llegaron las realidades.
El paréntesis había sido un espejismo.
Aguanta, aguanta.
Todo esto pasará,
tarde o temprano,
pero pasará.
No pasó, la vida seguía,
con oportunidades, con falsas oportunidades,
hicieron de él una persona inquebrantable,
pero a la vez, tan frio como el hielo.
No conoció la felicidad.
La intuyó,
pero no le dejaron descubrirla.
Pensaba que la vida era mas sencilla.
Pero sólo era un espejismo de una vida dura.
Ante todo debería ser como el hielo,
como la nieve, que desaparece.
Nunca debía mostrarse tal como era,
era su escudo, era su defensa.
La defensa a una vida de encrucijadas,
que nadie entendió.
Sus ojos veían una vida distinta,
no eran rayos de luz,
eran rayos de misterio.
Simplemente continuó en la vida,
sin saber que hacer.
Sin oportunidades, sin ganas de luchar,
pero aprovechó su fuerza interior,
para ser consciente de que sólo se vivía una vez.
Al fin fue demasiado tarde,
no cabían mas oportunidades,
no por aprovecharlas,
sino porque nadie le ofreció alguna.
Pensaban que era fuerte, que era inquebrantable.
Nadie le conocía, pero al fin logró su proposito.
Siguió con su vida, nadie le conocía,
nadie le dio una oportunidad,
pero ansiaba por tenerla.
Trabajaba por ello,
pero nunca vió su sueño cumplido.
Vió como las vidas seguían pero la suya era monotonia.
No tuvo fuerzas para seguir,
no le ayudaron,
y su fuerza interior era una mentira.
Al final dejó de respirar,
dejó de vivir.
Pero vivía.
No hay mal que cien años duren.
Le recomendaron no expresar sus sentimientos,
No debería de decir nada,
sólo tenía que aguantar,
era su único objetivo.
Triste y decaído,
recorria las calles de su ciudad,
sólo y dubitativo.
Así le recomendaron que siguiera.
y así lo hizo.
No veía la salida,
no sabía lo que era sufrir.
Sólo intentaba que su alrededor mejorase.
El entorno seguia igual,
al igual que él.
Nadie compensó los males,
sólo pensaban en ellos mismos.
No existía,
la soledad se apoderó de su vida. Fue la protagonista.
Por momentos su vida tomaba sentido,
pero de repente sólo era un espejismo,
y le hacía ser consciente de que el Mundo no existía.
Pasaban los días, los meses, pero no había mejora.
Aguanta, aguanta.
Sólo palpitaba por palpitar.
El fin no era posible,
tenía que continuar.
El sentimiento no existía,
le obligaron a que desapareciera.
Vió la luz al final del tunel,
pero otra vez era el mismo espejismo.
Fueron momentos de paréntesis.
Fue un paréntesis largo,
que hacía predecir el comienzo de una nueva vida.
Pero no. Llegó el Otoño,
llegaron las realidades.
El paréntesis había sido un espejismo.
Aguanta, aguanta.
Todo esto pasará,
tarde o temprano,
pero pasará.
No pasó, la vida seguía,
con oportunidades, con falsas oportunidades,
hicieron de él una persona inquebrantable,
pero a la vez, tan frio como el hielo.
No conoció la felicidad.
La intuyó,
pero no le dejaron descubrirla.
Pensaba que la vida era mas sencilla.
Pero sólo era un espejismo de una vida dura.
Ante todo debería ser como el hielo,
como la nieve, que desaparece.
Nunca debía mostrarse tal como era,
era su escudo, era su defensa.
La defensa a una vida de encrucijadas,
que nadie entendió.
Sus ojos veían una vida distinta,
no eran rayos de luz,
eran rayos de misterio.
Simplemente continuó en la vida,
sin saber que hacer.
Sin oportunidades, sin ganas de luchar,
pero aprovechó su fuerza interior,
para ser consciente de que sólo se vivía una vez.
Al fin fue demasiado tarde,
no cabían mas oportunidades,
no por aprovecharlas,
sino porque nadie le ofreció alguna.
Pensaban que era fuerte, que era inquebrantable.
Nadie le conocía, pero al fin logró su proposito.
Siguió con su vida, nadie le conocía,
nadie le dio una oportunidad,
pero ansiaba por tenerla.
Trabajaba por ello,
pero nunca vió su sueño cumplido.
Vió como las vidas seguían pero la suya era monotonia.
No tuvo fuerzas para seguir,
no le ayudaron,
y su fuerza interior era una mentira.
Al final dejó de respirar,
dejó de vivir.
Pero vivía.
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