El pasado Miércoles 24 de Julio vivíamos horas de angustia, de dolor y de desesperanza al conocer la terrible noticia del descarrilamiento de un tren cercano a Santiago de Compostela. Galicia y España entera se teñían de luto ante los 79 fallecidos, y mas de 100 heridos aquella tarde de Verano.
El pueblo de Angrois fue un ejemplo. Supo atender con eficacia, sin orden ni mando, sólo con la constancia de que ellos/as eran los primeros y los mas importantes a la hora de "echar una mano" a las personas que lo necesitaban.
Mas de 180 kilómetros por hora, en un tramo donde se debe ir a 80, fue la principal causa del accidente a la espera del análisis de las cajas negras, donde se esclarecerán las sombras de tan trágico accidente.
Las imágenes eras desgarradoras, y se nos ponía el corazón en un puño, en un momento en el que la sociedad fue ejemplo de solidaridad, al superar con creces el objetivo de donaciones de sangre para los heridos. Tanto las Instituciones, como la Familia Real (denostada por la sociedad), estuvo presente en un momento en el que España era una, y desgraciadamente, siempre ocurre en la tragedia.
No se me ocurriría jamás ser fatalista en un caso como este, pero la actitud poco o nada entendible del maquinista hace ver que las responsabilidades no se pueden eludir. Yo no era el maquinista, yo no era el responsable de llegar a los 190 kilómetros por hora, en una zona donde se debe ir a mas de la mitad.
La actitud chulesca e irónica del maquinista contrasta con la desesperación cada día de todas y cada una de las familias que han perdido a un ser querido, ya mañana, hace dos semanas. La tragedia y la desgracia se unían en un día, vísperas de la festividad de Santiago de Compostela.
La tragedia en Galicia tiene nombre y apellidos, el nombre y los apellidos de todas las personas que murieron, y que sufrieron el desgarro de la desfachatez y de la ironia de la vida.
Pero también se deben poner nombre y apellidos al maquinista que aún sin responsabilidad penal, sí con responsabilidad moral, responde a una consecuencia trágica que jamás será borrada de la cabeza de los cientos de personas inocentes que un día no debieron coger el tren.
La desgracia une a un país desunido por intolerancias nacionalistas a destiempo, por políticos de tercera, y por una maltrecha economía donde nadie parece hacer nada para paliarla. En la desgracia y en la gracia, así como en la recuperación moral de los heridos debemos estar unidos/as, para que de una vez por todas pongamos solución a aquellos errores humanos, digo humanos, que un día de Julio costaron vidas, muchas vidas.
No permito la frivolidad al hablar de este tema. Hay muertos, hay familias destrozadas, hay heridos, y personas que jamás volverán a ser como antes. Porque los accidentes hacen cambiar a las personas, las hacen diferentes, pero su entorno mas cercano, también involucrado en el proceso de "curación", sufre física y moralmente los avatares de un juego llamado vida humana.
Espero que todos/as penseís en ello.
Feliz Martes de Agosto.
Espero que todos/as penseís en ello.
Feliz Martes de Agosto.
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