Muy buenas tardes en un lluvioso primero de Marzo.
Donde la paciencia es la protagonista del post de hoy. Donde el saber esperar es el que se apodera de uno mismo para no explotar. Porque en ocasiones, dar un paso hacía atrás puede ser la mejor salida. No comprendemos cómo se pierden los nervios cuando ni siquiera tienes razones para hacerlo.
La paciencia como valor humano.
Actualmente, nuestras vidas se desarrollan a un ritmo acelerado. A
tal punto que todo pasa por hacer y llegar con rapidez, también para
resolver nuestros asuntos personales y del trabajo, surgiendo muchas
veces roces con personas que a lo mejor pudiéramos evitar. Lo que ocurre es que todo lo que queremos tiene que ser “¡para ya!”,
ocasionando que nuestra vida cotidiana no tenga sensatez y uno sea menos
amable hacia los demás. Tal es así, que todos estamos inmersos en una
época denominada “prisa”.
Aquí debemos detenernos y pensar un poco sobre el valor de la
paciencia, ya que si no, nos sentiremos cada vez más molestos con esa
carrera que llevamos, que es nuestra propia vida, y que es única. La paciencia es el valor que nos hace como personas: tolerar,
comprender, padecer y soportar los contratiempos y las advertencias con
fortaleza y por ende sin lamentos; esto es posible porque uno aprende a
actuar acorde a cada circunstancia, moderando las palabras y la conducta
en esos momentos.
La paciencia es un rasgo de carácter que nos permite pasar por
situaciones caóticas sin derrumbarnos, nos permite educar a nuestros
hijos sin gritos y aceptar a los compañeros de trabajo sin deprimirnos,
entre muchas otras cosas.
De igual manera no debemos confundir lo que se llama indiferencia e
insensibilidad con las actitudes de paciencia. Esto siempre ocurre
cuando nos encontramos con personas que a nuestro criterio son molestas y
fastidiosas, y escuchamos aparentando tener una actitud paciente y
efectivamente lo que buscamos es salir de esa situación lo más rápido
posible. Y obviamente tratando de que no se den cuenta, para no herir
sus sentimientos.
Es importante notar que paciencia no significa sólo esperar hasta que
cambie la situación o hasta que alguien más haga lo que tiene que
hacer. Es muy fácil, y parte de la naturaleza humana también, el culpar a
alguien más de todo lo negativo que nos sucede.
Paciencia es la cualidad de tolerar o soportar dolor o dificultades
sin quejas. Por otra parte, el no detenerse a considerar las
posibilidades reales de éxito, tiempo y esfuerzo que se necesitan para
alcanzar un determinado fin, es el principal obstáculo del desarrollo de
este valor y se denomina impaciencia. Tan es así, que uno debe
moderarse para evitar cargarse de demasiados compromisos que
posiblemente no los podrán cumplir. Por
ejemplo, el ahorrar puede ser una forma de medir nuestra paciencia,
pero si quitamos de vista nuestro objetivo, nuestra meta será cada vez
más inalcanzable y lejana.
O bien la paciencia para educar a nuestros
hijos, ya que son más traviesos de lo que muchas veces se espera, pero
el verdadero reto es tener la habilidad para educarlos tolerantemente y
de la mejor manera posible.
Sin embargo, podríamos decir que el hecho de soportar y tolerar las
contrariedades más inesperadas, también constituyen retos, aunque de
menor importancia pero que hacen al desarrollo de la paciencia.
Tal es el caso de sobrellevar inclemencias del tiempo, ser
comprensivos en la realización de tareas junto a otras personas, ante la
falta de sus experiencias, conocimientos para realizarlas
efectivamente, entre otras. Si en cualquiera de ellos nos obsesionamos,
el resultado puede ser totalmente el opuesto al deseado, por lo que se
recomienda ser pacientes, ya que ella nos enseña la manera por la cual
debemos hacer las cosas.
Recuerda, ten buena predisposición para acudir a aquellos lugares
donde siempre para ti son pérdidas de tiempo, porque ello puede
disgustarnos innecesariamente. Otra cuestión es no mostrar impaciencia y
hacer cosas de mala gana, ante el pedido de favores. Ante ello se
recomienda que esa actividad se cuente como fija, dentro de nuestro
tiempo y quehaceres, ya que de esa manera será posible realizarla de
manera agradable.
Las reacciones espontáneas no tienen una finalidad precisa, por lo
cual se recomienda tomarse un tiempo para escuchar, razonar y en el
momento más indicado actuar o emitir la opinión más acertada a la
circunstancia. Si nos olvidamos de esto, nos ganará la desesperación. Pero, ¿cuáles son los verdaderos estímulos que ganamos de ser
pacientes? La verdad es que son múltiples, desde el mantenimiento y
mejora relacional con nuestra pareja, hijos y compañeros de trabajo;
hasta las amistades más duraderas.
Así la persona que vive pacientemente, logra comprender mejor la
naturaleza de los sucesos, creando paz y armonía a su alrededor. Es
decir, que posee la sensibilidad para afrontar todas aquellas
contrariedades conservando la calma y por ende, su equilibrio interior. Una vez conocida o presentida una dificultad que es preciso superar o
algún bien deseado que tarda en llegar, soportaremos las molestias
presentes con serenidad. Y nos ayudará a moderar los excesos de tristeza
y a esperar con calma el bien deseado. Es la clave para poder ser felices.
Feliz noche de Sábado.
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