Buenas tardes a todos/as.
No entendemos el daño que podemos ocasionar a nuestros padres hasta que en cierta medida nos hacemos adultos, y desde otra perspectiva, añoramos los momentos vividos con ellos en casa. Bajo su cobijo, y protección. Ese tejado que nos hace sentir reyes, sentirnos especiales.
La alegría de volver a casa y ver que están allí, visto hoy, es algo que no valoramos. Nos hemos independizado, hemos volado a otro mundo, es ley natural, es la vida, pero te entra cierta nostalgia que al recordarlo haces patente el dicho, "vive cada momento como si fuera el último".
La convivencia es difícil en todos los aspectos, con padres, con pareja, con compañeros de piso, de universidad. Saber adaptarse al otro no es tarea sencilla. En cambio los padres nunca te echarán en cara nada, ni te dañarán con sus palabras. Es la cruda realidad. No estoy naciendo de nuevo.
Lo que hago es santificar y valorar a nuestros padres. Todo lo que hacen por nosotros, y lo que han hecho. Sin pedir nada a cambio, y con el paso del tiempo, te das cuenta de lo bueno vivido con ellos, y de la poca importancia que le damos.
Tenemos que valorar el presente, con quiénes estamos. Hablar, preguntar, interesarse. Porque mañana no sabemos que puede ocurrir, y no tenemos que sentirnos arrepentidos de lo que hemos hecho, sino de lo que quisimos y no llegamos a hacer.
Si ser valiente es decir lo que piensas, mas valiente es expresar a tus padres lo que les quieres, con tu compañía, tu afecto, tu escucha, en una perspectiva muy diferente a la de tu yo de 15 años. El respondón, el insatisfecho, el gruñón. Ahora ya "adultos", la relación con tus padres cambia por completo siendo un tú a tú diferente, pero con la experiencia del pasado, y el cariño maduro del presente.
Pensadlo porque es verdad.
Pensadlo porque es verdad.
Y gracias por seguidme.
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