martes, 24 de octubre de 2017

Slowlife y la relatividad de la vida

Si hay algo que estoy aprendiendo conforme crezco es aprender a vivir cada día en la vida. Ir recibiéndola tal y como viene, y no preguntar tanto. Pretendo en el futuro saber menos, y conocer mas. Ser mas sabio pero en cambio conocer menos a las personas. Vivir de una manera tranquila, sin importarme la vida de los demás, sino cómo ayudar. Pretender que la vida es felicidad pura es la mayor tontería que he podido escuchar. Si la rutina en la que se impone cada día de nuestra vida es monótona para nosotros, os digo que no podemos hacer nada. La vida es así. Tenemos días felices, pero casi todos son iguales. Porque trabajamos o estudiamos, lo combinamos con deporte, ocio, lectura. Disfrutamos con la familia, pareja y amigos cuando podemos, y dormimos casi una tercera parte. Lo que no tenemos que hacer es intentar cambiar a las personas porque no cambiamos aun queriendo. Siempre vamos a volver a ser las mismas. La conducta la modificaremos pero el ser es el mismo. Mi intención no es manipular las mentes de nadie y pensar que soy una persona diez. Cómo es imposible hacerlo, no voy a torturarme por el qué dirán. Cada uno pensamos lo que pensamos. Punto. Llegan las vacaciones y llenamos las maletas para huir de nuestra ciudad. Algo que no entiendo. No pretendemos huir de nuestras casas sino de nosotros mismos. Y debemos elegir el encontrarnos con nosotros, aceptarnos y ser lo mas felices posible sea cual sea el lugar donde estemos. Pretendemos que el mundo se mueva a nuestra imagen y semejanza, pero no nos damos cuenta que si entre mas de siete mil millones de personas, no hay una igual, como no seamos magos, mal asunto. Idealizamos a la vida y a las personas. Nos llevamos disgustos y decepciones. Al igual que nosotros hemos dejado de hablar, mentido, criticado y cotilleado, lo han hecho con nosotros. Seres perfectos, no gracias. No queramos irnos de nuestras vidas a otros países para encontrarnos, cuando realmente buscando en nuestro yo, al final, sabremos un poco mas de nosotros. Pero nunca todo. Palabras y frases sin sentido que seguís leyendo. Para algunos lo tendrán, y para otros en cambio pensarán que son solo relleno de un blog. Todo es aceptable. Todo lo moral, lo legal, lo ético. No acepto ni violencia ni insultos. Aunque en la vida haylos a patadas. Entre políticos y pseudosociatas vivimos nuestra actualidad. Pasamos de un día a otro con un café o cientos. Sin embargo llegamos al Viernes ansiando un fin de semana limitado, y unas vacaciones tardías. No aprovechamos el momento sino vivimos pasarlo lo mas rápido posible. Queremos ser trabajadores cualificados, sanos, intelectuales, a día, buenos hijos, padres y parejas, honestos, sacrificados. Queremos ser lo que quieren que seamos. Pero tú eres tú. Te acompañas de quien te sientas bien, querido, arropado. Hablas con quien te escuche. Aunque sea un segundo en esta batalla de palabras. Pero ante todo eres persona de tí y para tí. Gracias.

lunes, 2 de octubre de 2017

De catalanes y españoles



Jamás entenderé el uso de la violencia en un país demócrata como el nuestro, ni el abuso de autoridad sobre un tema complicado de analizar, pero de plena actualidad. Sirva este mensaje pacifista como antesala a lo que escribo a continuación:
 
Entiendo la manera imperiosa de un pueblo de decidir su futuro, de saber su deseo cumplido, y de desligarse de una manera plena del Estado español. Comprendo la velocidad del tiempo y la rapidez de una sociedad deseosa de irse de un ente que le ha dado mas de lo que le ha quitado.
 
Una comunidad con la deuda para con el Estado español cifrada en el cuarto trimestre del año pasado, en 76.000 millones de euros, lo que a sus ciudadanos le suponen el 35 % del PIB. Una cantidad nada desdeñable, suponiendo en sí mas de la tercera parte del valor monetario de bienes y servicios sobre la demanda final.
 
Una parte nada menospreciada de la sociedad catalana desea desligarse del vinculo mas importante que ha tenido hasta la fecha. Si desean dejar España, es justo, dejar las cuentas claras. Algo que no va a ser posible de acuerdo a sus maltrechas cuentas con una balanza comercial negativa, un descomunal déficit, y una confianza internacional por los suelos.
 
Si preguntando a las grandes multinacionales sitas en la capital catalana sobre la posible independencia de Cataluña, responden de inmediato, que su salida sería inminente. ¿Qué salida económica tiene un país con una deuda super elevada, una prima de riesgo que triplica la española, y una tasa de paro voluble a los cambios organizativos del Govern?
 
Si en su día se barajaba un referéndum para el Estado español, en que cada uno de los mas de 47 millones de españoles (eliminando menores de edad) valoraran la salida o no de una Comunidad Autónoma, ¿cómo ahora queremos un referéndum para SÓLO los deseosos de eliminar la rojigualda de sus balcones?
 
Debemos pensar que los catalanes anti España están dispuestos a pagar la deuda de 10.000 € por persona para desligarse de lo que para ellos es el monstruo que no les permite ser libres ni ejecutar derecho alguno.
 
No soy una persona de radicalismos, ni mucho menos, y quien me conoce, puede dar fe de ello. Pero casi siempre suelo ser coherente con mis palabras y mis actos. Aunque falle. Esa misma coherencia pido a ambos bandos.
 
A Mariano le pido presencia, diálogo, y cambio de leyes. Porque si nos quedamos en el ayer, nunca vamos a dar un paso adelante. Desde el inmovilismo no se puede negociar. Pero también valoro el cumplimiento de la Constitución española en cada uno de sus términos. No es una contradicción. Pido cambios pero a su debido tiempo y no con urnas de plástico, y votaciones por duplicado.
 
Al Govern, encabezado por Carles Puigdemont, les pido escucha, coherencia económica. Os pido calma. Valoro la sociedad catalana, porque tal como hablaba hoy con mi entorno, ha sido ejemplo de conducta. Pero no olvidaremos por parte de todos, las imágenes de ayer.
 
Condeno la violencia porque de ser por mí, hubiese dejado votar. Como a un niño le dejas jugar con la dichosa pelota. Pero es una cuestión de tiempos y de orgullos. Y si no empezamos a modificar nuestras posiciones y alejarnos del anquilosado muro que nos separa, seremos la vergüenza de país que puntualmente fuimos ayer.