Aunque no seamos conscientes, toda relación tiene un final. Un amigo, una pareja, una relación familiar tiene un fin. Sea indefinido o temporal. Cuando no regamos una planta se seca, cuando rompemos un plato, es imposible recomponer todos los trozos. Todo tiene un adiós.
Todo tiene un término como tuvo un principio. Porque en la vida estamos de paso. Definir una amistad o un amor como únicos es abocar nuestro sentido común al más mínimo grado de raciocinio. Si la vida no conlleva lagrimas, momentos de soledad, ó problemas que te hagan madurar, sencillamente habremos pasado por ella sin pena ni gloria. Sin haber aprendido de verdad en que consistía.
No tenemos que pedir a nadie nada que no pueda darnos. El amor y la amistad tienen fin. Tienen finales que somos incapaces de explicar. Volvemos, nos reencontramos y nos conocemos en ese primer yo.
No tiene que considerarse triste un final porque para ello pudiste compartir buenos momentos con esa persona. Sencillamente ahora se toman distintos caminos. No somos dueños de nuestro futuro, sino en ocasiones de nuestro presente.
El pasado está para enseñarnos, pero para nada mas. Ni para coger impulso miramos atrás.
Si todo tiene un final, todo ha tenido un principio. Un principio en el que ambas partes sean amigos o parejas han considerado iniciar un camino juntos por consideraciones únicas que compartían en ese momento. Ahora ya no. Es respetable, cada persona somos un mundo y cambiamos continuamente. Lo lógico es cambiar a mejor y considerar que esos principios merecen la pena ser respetados en el presente. No todos somos iguales. Pero tampoco merece la pena escarbar en el pasado para llevarte disgustos.
Si tenemos la conciencia tranquila, si somos capaces de dormir, descansar y no pensar mas allá de los "problemas rutinarios que nos da esta vida", tenemos parte del camino recorrido. No somos robots, pero a veces si animales de costumbres.
Agradecer, llamar, apoyar. Sin contrapartida, es el mejor regalo que un amigo puede ofrecer.
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