Muy buenas noches a todos/as.
Durante mis vacaciones, durante mi retiro, durante mis días de tranquilidad, paz y familia, he podido pensar sobre una despedida que realmente me encogió el corazón en el momento de enterarme de la trágica noticia. Robin Williams se fue sin decir adiós. La sonrisa mas triste de América quiso despedirse de la comedia, para seguir su propia vida entre Señoras Dobtfire, o como se escriba, y hombres fuertes peleando por un juego llamado Jumanji.
Una cartelera de cine de lujo hace sombra a cualquier rubio peliteñido sacado de cualquier factoria infantil. El actor, tal y como otras profesiones, no se entrena, no se estudia, sino se nace con ello, como fue el caso del malogrado artista.
Una gran pena y una ausencia notable en Hollywood donde hoy se encuentran de luto por la falta de uno de los mejores cómicos de los últimos tiempos. Un ser increíble que supo encandilar a los telespectadores, que fue capaz de que le quisieramos, como persona, como actor, como personaje ficticio. Una gran ausencia en nuestros corazones alegres.
Un cómico que tuvo un pasado triste y que quiso sacar una sonrisa al mundo entero que enmudeció con cada una de sus representaciones tanto teatrales como cinéfilas. Un hombre que supo meterse al público en el bolsillo con el simple y complicado objetivo de sacarles una sonrisa.
Permitirme que no ahonde en las causas de su muerte, no quiero recordarle, ni debemos recordarle de esa manera, porque él jamás quiso vernos infelices o con una cara triste. Él desde arriba, desde el Cielo, donde se merece estar, nos estará viendo, y nos querrá dibujar una sonrisa en nuestro rostro cada mañana cuando despertemos.
Murió joven. 63 años no son nada hoy en día. Espíritu jovial, alegría inmensa que hizo de Robin Williams un ser maravilloso que conquistó al mundo entero con su embriaguez de alegría, y su superávit de ilusión y carcajadas.
Pero siempre quedará en nuestro eterno recuerdo.
D.E.P, Robin, el gran cómico.
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