Que quede por delante mi defensa a ultranza de las redes sociales y de su respetuoso uso. A favor de crear pequeñas comunidades en las que mejore la comunicación entre las personas. Que todo ello favorezcan canales para acercar a la sociedad y no alejarla. Pero no quiero que siga pasando lo que acontece en mi realidad cada día.
No hay una interactuación entre lo que hablamos en sociedad, lo que plasmamos en pequeños círculos íntimos, y lo que compartimos en dichas redes. Nos imponemos como abanderados de la protección y la defensa de nuestros seres queridos, pero somos capaces de compartir miles de mensajes o fotografías en cadena, y no preguntar al de al lado sobre su última ruptura sentimental, su decimonoveno cambio de trabajo, o sencillamente por cómo le ha ido el día.
Compartimos unas fotografías dignas de estudio siempre acompañadas de frases célebres o de poemas de copia y pega. Tenemos mas amigos que nadie, pero seguramente levantes el teléfono y no encuentres a nadie. Nos situamos alrededor de una mesa, y el teléfono es el protagonista, pero, ¿para qué?. Si tienes a tu gente enfrente, que tienes la oportunidad de disfrutarla, esperas a la última publicación de Fulanito o la respuesta instantánea de Menganito al decimoquinto meme enviado.
Esperamos agradar, y un numero infinito de Me gustas en las redes sociales, pero ni siquiera somos capaces de contestar a un felicidades, un te quiero o un te necesito. Pero a los minutos somos los primeros en compartir fotografías de solidaridad a tal campaña o apoyo a tal enfermedad, cuando no nos preocupamos por nuestro familiar enfermo.
Las redes no nos definen obviamente, pero hace que nos veámos como seres incongruentes, egoístas y deshonestos con nuestro entorno mas cercano. ¿Qué me importa a mí compartir una imagen si yo no tengo ni idea de cómo se encuentra un amigo al que no veo hace tiempo?
Las redes están redefiniendo a la sociedad, nos está recolocando como seres con dos perfiles. El que mostramos, al público, mayoritariamente anónimo, y el que somos, el que cada vez ocultamos mas ante una triste bonita foto.
Nos alejamos mas de las personas, nos acercamos violentamente a los móviles, con la única esperanza de recibir agrados y palabras bonitas, síntoma de una sociedad cada vez mas alienada y con menos carácter.
No hay personalidad en las redes. Se intenta copiar al influencer que no tiene ni el Graduado Escolar, mientras obviamos a los investigadores mileuristas que en la sombra son el combustible de nuestro país. Se quiere desayunar para obtener la mejor foto, pero no disfrutamos de una simple taza de café. Comparamos likes y no comparamos estudios.
No debemos caer en las redes, (y nunca mejor dicho) para que el futuro no sea demasiado tarde para remediarlo.